La OMS me recuerda a ese chico, un poco tonto, que está demasiado enamorado de una chica que no le corresponde. Le envía flores, le lanza todos los piropos, le perdona todos los desplantes. Pero la chica prefiere a cualquier otro canalla. Así es como la OMS lleva meses arrastrándose ante China desde el inicio de la pandemia, de un modo tan miserable que hasta los gusanos muestran más dignidad en el intento de pasar por la vida con la cabeza alta.
Pero China ha vuelto hoy a negar la entrada al equipo de la OMS que pretende investigar el origen del coronavirus. China se ríe del amor incondicional de Tedros. China se ríe así de él, pero también de todos y cada uno de los muertos que ha provocado en todo el mundo.
Todavía no conocemos cómo empezó toda esta pesadilla. Lo único que sabemos es que si la epidemia de Wuhan se convirtió en pandemia mundial es porque el régimen comunista chino ocultó al mundo lo que estaba ocurriendo, hasta que ya la enfermedad era incontrolable dentro y fuera de sus fronteras. No puedes entenderlo si no conoces lo que es el comunismo.
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Lo esencial de un régimen comunista es la aniquilación de la dignidad del individuo. El hombre deja de ser un ser individual, carece de cualquier dignidad personal, y es solo una pieza más al servicio de la gran maquinaria comunista.
Al comunismo no le importa nada un muerto, dos muertos o cien mil muertos. El comunismo es una maldita máquina de picar carne. Al comunismo solo le importa la revolución, o dicho de otro modo, el comunismo. Salvo que te llames Lenin, o Xi Jinping, la vida individual de las personas no vale nada.
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Por otra parte, tenemos serias sospechas de que China ha podido mentir también sobre el origen de coronavirus. Han dado más versiones sobre aquel mercado de Wuhan que las que yo proporcionaba a mis padres cada vez que salía de copas y regresaba al amanecer, aún medio borracho y coreando cánticos deportivos con las medias de alguna amiga anudadas al cuello.
Lo cierto es que todos los chinos que han tratado de aclarar algunos aspectos sobre ese sospechoso laboratorio de Wuhan han desaparecido, están encarcelados o han muerto. Hemos conocido demasiados regímenes comunistas para creer en la casualidad. Eso se lo dejamos en exclusiva a Joe Biden, que es un tipo que también cree que aumentar la presencia del islam en las aulas americanas es una idea brillante — y tal vez sea hora de que les pregunte a los franceses qué tal les ha ido con esa política.
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Pero hay más. Mientras todo Occidente ha celebrado una triste Navidad, enviando abrazos por Zoom, y reuniéndonos con amigos y familiares con mascarilla y distancia, en China les hemos visto festejar hacinados en discotecas, bailando, y presos de una euforia post pandemia que es muy sospechosa. Lo mismo podría decirse de su saludable economía, en comparación con los terremotos que aún provoca el coronavirus cada día en las bolsas europeas y americanas.
Desde Ciceron sabemos que siempre que hay un delito sin resolver conviene preguntarse Cui prodest. ¿A quién beneficia esto? A día de hoy solo conocemos a un país beneficiado entre tanta crisis sanitaria y económica global: casualmente es China. Tenemos sobrados motivos para sospechar que el régimen comunista estaba interesado en algo catastrófico para el mundo entero, como la expansión de una pandemia de coronavirus. Cosas peores hizo Mao Zedong. Cosas peores hizo Stalin. Cosas peores hizo Pol Pot.
Lo que me resulta incomprensible es el desinterés de las grandes naciones de Occidente por el papel de China en la pandemia. Casi todas han dado por supuesto que los chinos mienten, y han dado también por supuesto que la OMS trabaja para los chinos, de modo que el único que ha plantado cara a esta mafia es Donald Trump, que a esta hora se encuentra inmerso en otra aciaga batalla de final incierto pero difícilmente feliz. Si no hay un milagro, cuando Trump esté fuera del tablero de juego, China tendrá vía libre para seguir ocultando el origen de la pandemia, y para seguir disfrutando de los beneficios de haber hundido a todo el mundo con su criminal gestión del coronavirus. Se ríen mientras nosotros enterramos a nuestros muertos.
Hay pocas razones para iniciar una escalada de violencia diplomática que pudiera ser eventualmente bélica en el siglo XXI. Muy pocas. Pero China debería estar sintiendo ya el acoso de la totalidad de las naciones libres de ambos hemisferios. Un acoso diplomático, económico, y si es preciso, militar. China debe verse forzada a desvelar, a cualquier precio, lo que sabe sobre esta pandemia. Conocer el origen exacto del virus es un dato fundamental para poder discernir su final.
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